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Femicidios y gansadas libertarias

El senador libertario Francisco Paoltroni necesita urgente hacer la capacitación obligatoria para todos los funcionarios públicos que exige la Ley Micaela. Para que deje de decir gansadas. Peligrosas gansadas.

Primero comparó el triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales con una violación de parte del candidato de LLA a todo el pueblo argentino. Ahora cuestionó que se hable de femicidios. «Si es un femicidio es un horror, pero un masculinicidio no existe”, argumentó. De esta forma, pretende negar una realidad dolorosa para la sociedad argentina y es el hecho de que casi cada 24 horas una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer a manos de un varón. En 6 de cada 10 casos, el femicida es su pareja o ex pareja, según muestran las estadísticas del Registro de Femicidios de la Corte Suprema. En los demás casos, casi siempre también la víctima conocía al femicida.

Los homicidios existen. Nadie los niega. El punto es que a los varones los matan otros varones.

El senador Paoltroni debería saber que el término femicidio lo acuñó Diana Russell, doctora en Psicología Social, de origen sudafricano. Lo usó por primera vez al testificar en el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, del 4 al 8 de marzo de 1976, en Bruselas, Bélgica. Russell entendió que era necesaria una palabra nueva para reconocer y visibilizar la discriminación, opresión, la desigualdad y la violencia sistemática contra las mujeres que, en su forma más extrema, termina en muerte.

En los últimos años, sobre todo en la región latinoamericana, donde la violencia por razones de género es un problema extendido, se han sancionado reformas legales para tipificar el femicidio o feminicidio, con diferentes características. El objetivo ha sido concientizar –al usar una palabra nueva– sobre la gravedad y la recurrencia de la violencia extrema de parte de varones hacia mujeres. La Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció la figura y la usó por primera vez en 2009 en la histórica sentencia conocida como Campo Algodonero, en la que condenó al Estado mexicano por tres femicidios ocurridos en Ciudad Juárez, que habían quedado impunes.

En realidad, en el Código Penal argentino no existe la palabra femicidio, sino que se considera un agravante si el homicidio de una mujer ocurrió en un contexto de violencia de género. Cuando una mujer mata a su pareja o su ex pareja, está prevista la misma pena que en el caso de un femicidio.

El Estado argentino asumió a través de tratados internacionales el compromiso de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. No es un capricho de un Gobierno. Es una obligación. La violencia por razones de género es una violación de los derechos humanos, y un problema social y de salud pública. Negar la existencia de los femicidios, su expresión más extrema, es el peor camino. Desde que asumieron las nuevas autoridades de la Cámara de Diputados y el Senado, no se impartió la Ley Micaela. ¿No piensan cumplirla? ¿Cuántas gansadas más tendremos que escuchar? 

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