A diferencia del estruendo que causan los jets militares que alcanzan velocidades supersónicas, las pruebas del aparato que puede devolver ese sonido a la aviación civil comercial pasaron casi inadvertidas. Pero el prototipo XB-1, desarrollado por la firma estadounidense Boom Supersonic, ya está dando vueltas y completó a fines de marzo una serie de exitosos tests en el Puerto Aéreo y Espacial de Mojave, en California. Unas pruebas que, quizás, abran las puertas a una nueva experiencia de viaje al estilo del Concorde.
El fundador y CEO de Boom Supersonic, Blake Scholl, eligió para estas pruebas un espacio que consideró «sagrado»: el mismo donde el piloto Chuck Yeager alcanzó Mach 1 el 14 de octubre de 1947 a bordo de su Bell X-1. «Estuve esperando este vuelo desde que fundé Boom en 2014, y marca el hito más importante hasta ahora en nuestro camino para llevar los viajes supersónicos a pasajeros de todo el mundo», confesó Scholl.
Según se informó, el XB-1 cumplió todos los objetivos de la prueba, incluido alcanzar de manera segura y exitosa una altitud de 7120 pies (unos 2170 metros) y velocidades de hasta 238 nudos (casi 440 kilómetros por hora). «Ha sido un privilegio compartir este viaje con tantos profesionales dedicados y talentosos -dijo el piloto al timón del XB-1 en el test en el Mojave, Bill Shoemaker-. La experiencia que hemos adquirido al alcanzar este hito será invaluable para el resurgimiento de los viajes supersónicos», afirmó.
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Más de veinte años después del último vuelo del Concorde (que hizo su recorrido final saliendo del aeropuerto Heathrow de Londres y aterrizando en Bristol, Inglaterra, el 26 de noviembre de 2003), Boom Supersonic puso a punto un prototipo diseñado con varias tecnologías que marcaron importantes avances en las últimas dos décadas, incluyendo un sistema de visión de realidad aumentada de dos cámaras montadas en la nariz del avión con indicadores de altitud y trayectoria de vuelo.
También cuenta con una aerodinámica optimizada digitalmente. Sus ingenieros, se informó, utilizaron simulaciones de dinámica de fluidos computacional para «explorar miles de diseños» para el XB-1. El resultado, dijeron, «es un diseño optimizado que combina una operación segura y estable durante el despegue y el aterrizaje con eficiencia a velocidades supersónicas».
Otro elemento novedoso es que el prototipo está fabricado casi en su totalidad con materiales compuestos de fibra de carbono, «lo que le permite realizar un diseño aerodinámico sofisticado en una estructura resistente y liviana», explicaron.
De todas maneras, incluso en medio de la importancia del test de marzo, el objetivo de la compañía de Scholl es todavía más trascendente: Boom Supersonic está desarrollando el Overture, un avión diseñado para alcanzar velocidades supersónicas y que -aseguran desde la empresa- tiene una cartera de pre-órdenes que incluye 130 aparatos, incluyendo pedidos anticipados de American Airlines, United Airlines y Japan Airlines.
Si llega a ser construido y comercializado, el Overture podrá transportar a entre 64 y 80 pasajeros a Mach 1.7, aproximadamente el doble de la velocidad de los aviones subsónicos actuales. Scholl promete que el aparato estará «optimizado para velocidad, seguridad y sostenibilidad» y preparado para funcionar con hasta un 100 por ciento de combustible de aviación sostenible.
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Volver al futuro
La experiencia de volar en el Concorde terminó siendo material de mitos y leyendas, un lugar reservado para ricos, poderosos o famosos. El avión fue desarrollado en conjunto por la británica British Aircraft Corporation y la francesa Aérospatiale. En 1969 completó su primer vuelo pero recién entró en servicio en 1976, abriendo una etapa de oro de la aviación transcontinental. De los veinte aparatos construidos, seis fueron de prueba, siete entraron a la flota de Air France y los siete restantes a la de British Airways. Además de ser una maravilla tecnológica, la marca era un imán para el jet set y los medios de comunicación. Al fin y al cabo, como señalaba un artículo de la BBC en 2014, «el Concorde fue el avión más glamoroso que el mundo haya visto jamás».
«Desde 1976 hasta su jubilación en 2003, pocas cosas en la vida significaban tanto lujo como un vuelo en el Concorde -recordaba el columnista Jack Stewart-. Podía llevar a unas 100 personas (pagando más de 4.000 libras por asiento) en un viaje transatlántico a velocidades más rápidas que la de una bala de rifle».
En la memoria colectiva de los que formamos parte de la Generación X quedó para siempre la historia supersónica del cantante y baterista Phil Collins, quien se presentó en la edición londinense del festival Live Aid junto a Sting a eso de las 14 hora local del 13 de julio de 1985. El ex Genesis también estaba programado para tocar, nada menos que junto a los ex Led Zeppelin Robert Plant, Jimmy Page y John Paul Jones, en Filadelfia, la sede norteamericana del concierto benéfico. ¿La solución? Después de actuar en Wembley, Collins se subió a un helicóptero que lo llevó hasta a un Concorde a punto de despegar, en cerca de tres horas cruzó el Atlántico y, finalmente, salió corriendo hasta el John F. Kennedy Stadium. (El show con Plant, Jones y Page, por cierto, terminó sonando horrible, y los músicos pidieron que se prohíba para siempre su reproducción).
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El principio del fin del Concorde llegaría quince años después, el 25 de julio de 2000, cuando el vuelo 4590 de Air France, un charter de París a Nueva York, se estrelló poco después de despegar, matando a las 109 personas a bordo del avión y cuatro en tierra. Fue el único accidente fatal en los veintisiete años de operación del avión supersónico, pero resultó suficiente para que se empezaran a revisar sus crecientes costos y menguantes beneficios.
Mientras despegaba del Charles de Gaulle, el Concorde de la línea francesa se llevó por delante en la pista un trozo de metal caído de otro avión. La pieza metálica pinchó uno de sus neumáticos y salieron despedidos algunos trozos de goma al tanque de combustible. El ala izquierda estalló en llamas y terminó estrellándose contra un hotel al borde de la pista de aterrizaje.
Ese futuro que desató el Concorde «vino y se fue», comentaba en abril de 2019 un artículo de Popular Mechanics. «Debido a las dificultades económicas y a las realidades físicas de los viajes aéreos más allá de la velocidad del sonido, el Concorde se retiró hace más de quince años» y «ningún avión supersónico despegó para ocupar su lugar… todavía», describió la revista. Sin embargo, completó, «medio siglo después de su primer vuelo, el legado del genio de la ingeniería del Concorde sigue vivo, especialmente en la nueva generación de nuevas empresas de aviación que buscan recuperar los viajes supersónicos».
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Pasaron algunos años y Scholl parece comentar las previsiones de Popular Mechanics: «creo firmemente en el regreso de los viajes aéreos supersónicos y, en última instancia, en llevarlos a todos los pasajeros en todas las rutas», apuntó el empresario, quien -de todas maneras- advirtió que «eso no es algo que suceda de la noche a la mañana».
En ese sentido, Scholl adelantó que el XB-1 se someterá a una serie de hasta quince vuelos de prueba a lo largo del año, al tiempo que avanza la instalación de la fábrica de la compañía en Greensboro, en Carolina del Norte. «Seguimos apuntando a estar en el aire hacia finales de la década con el Overture», declaró el jefe de Boom Supersonic. «Hay mucho trabajo por hacer de aquí a entonces» en el avión con aspiraciones comerciales «y nuestro objetivo es hacerlo de forma segura».
Con ganas de tener chances de vivir una experiencia como fue la del Concorde, Scholl reconoció que están trabajando «también con un sentido de urgencia, porque queremos este avión para nosotros, nuestros amigos, nuestra familia y nuestros clientes». Así que será cuestión de ponerse a ahorrar varios miles y elegir la mejor ropa para subirse, algún día, quizás, a un Overture y tomar champaña mientras se vuela más allá de la velocidad del sonido.
AT CP