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La escala de Javier Milei en medio del océano que desató la ira contra Victoria Villarruel

Se distendió un buen rato y, de pronto, vio que su celular no tenía señal. Preguntó qué pasaba y le contestaron que no funcionaba Internet. Javier Milei se puso de malhumor. Debe haber extrañado el ARG-01, el avión que compró la administración de Alberto Fernández, que se encuentra en reparación en Miami desde octubre.

El jueves a la tarde, el Presidente estaba a 40.000 pies de altura, a bordo de un Dassault Falcon 900 que viajaba rumbo a Roma sin contacto con Buenos Aires. Aunque él no lo sabía, pero podía intuirlo, sus asesores no paraban de enviarle mensajes. Victoria Villarruel no se había dado por enterada de que estaba a cargo del Ejecutivo y presidía la sesión para suspender o destituir a Edgardo Kueider, el senador peronista aliado del Gobierno que fue detenido en Paraguay porque llevaba en su auto 200 mil dólares sin declarar. Ya se especulaba con que la sesión podía ser nula. ¿Qué hacemos?, se preguntaban en la Casa Rosada. Insistieron con los mensajes, pero durante varias horas el celular de Milei continuó inactivo. Hubo preocupación en la cima del poder. Parálisis. Silencio.

Sin la opinión del líder libertario nadie se animaba a tomar una postura determinante. Los opositores más amigables se contactaban con los ministros y les preguntaban qué pensaba hacer o decir Milei, en especial cuando trascendió que la jueza Sandra Arroyo Salgado había mandado un oficio al Senado para pedir el desafuero y la detención de Kuider por una causa de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Los libertarios habían apostado a que se cayera el tratamiento. El escenario cambiaba, aún más, de un momento para otro.

Una senadora radical le escribió directo a Milei y tampoco tuvo respuesta. El cristinismo festejaba: la salida del entrerriano estaba más cerca y le abría las puertas a Stefanía Cora, la camporista de 33 años que le asegura a Unión por la Patria 34 senadores propios. Hasta los oficialistas más fanáticos que militan las redes de modo persistente y agresivo se quedaron sin relato.

La cosa había empezado mal un día antes, el miércoles, cuando Villarruel anunció que convocaba a sesión para “sacar la mugre” del Congreso. Desde luego, nunca lo charló con Milei, con quien el diálogo está interrumpido. El gurú de La Libertad Avanza, Santiago Caputo, les dijo a sus amigos que él se enteró por el posteo de Villarruel en la red social X y Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, contó que a él sí le avisó, pero ya con la decisión tomada.

Milei recién recuperó el contacto con sus funcionarios cuando el avión hizo una escala para cargar combustible en medio del océano Atlántico. El vuelo aterrizó en el aeropuerto internacional de la Isla de Sal, en el archipiélago de Cabo Verde, frente a las costas de Senegal. “Vamos a avalar la nulidad de la sesión. No la vamos a reconocer”, les dijo a sus colaboradores. Milei hizo que el avión se demorara casi una hora para volver a despegar.

El primer mandatario volaba de furia contra su vicepresidenta, que dejaba trascender que nadie le había avisado del viaje presidencial. La polémica era tema central en las redes y portales. El portavoz oficial, Manuel Adorni, lo había anunciado en conferencia de prensa. Villarruel les comentó a sus asistentes que ella, a esa hora, mantenía reuniones muy importantes. Y que nadie le había advertido del traspaso de mando. Milei lo interpretó como un nuevo complot hacia él. Así de mal piensa de su compañera de fórmula. Son sospechas que arrastra desde el tramo final de la campaña y que se habrían incrementado tras la asunción, cuando un sector de la política hacía circular la versión de que un ajuste feroz de la economía y la propia inexperiencia política de Milei lo iban a eyectar del sillón de Rivadavia.

El acto de salida del país de Milei lo firmó el jueves, pasado el mediodía, el escribano general de la Nación, Martín Rodríguez Giesso. Sin embargo, Giesso asistió en persona al Senado cerca de las 19, cuando se instaló el debate. El Ejecutivo hizo trascender una nota del Sistema de Gestión Documental Electrónica en la que el jefe de la Casa Militar, Sebastián Ibáñez, informaba a Giesso sobre el viaje. ¿Es posible que Villarruel no supiera? “Claro que no sabíamos. Nos culpan de todo y no nos hablan. Estamos podridos”, dijeron en su entorno. Si fuera como dice Villarruel, el país estuvo acéfalo varias horas.

Quienes trabajan en la comunicación mileísta, con Caputo a la cabeza, maldecían a Villarruel y a su círculo. Creían, además, que la vice aprovechaba la atención mediática para quedarse con la bandera de la anticorrupción. Milei les dio vía libre para cuestionarla. Fue como soltar a leones hambrientos. En X hubo hasta pedidos de renuncia. “No queremos llegar a tanto, pero casi. Es nuestra enemiga y no hay retorno”, decían en los pasillos de la Casa de Gobierno. Ayer, desde Italia, Milei dijo que, en su administración, “el que viene con agenda propia es expulsado”. Una frase con destino cantado. Pero con Villarruel carece de sentido. A ella no puede echarla. Salvo que quieran forzar otra cosa. Para 2027 falta muchísimo.

Villarruel había sido marginada el martes de la cadena nacional que Milei brindó como parte de la celebración por su primer año de gestión. Esa puesta en escena fue diseñada por Karina Milei. Todo dicho. Tampoco se vio a Eduardo Serenellini, el secretario de Prensa, a pesar de que tiene rango de ministro. Serenellini no goza de la simpatía de Karina. ¿Será la próxima baja del Gabinete?

El Presidente se jactó durante su discurso de los avances en materia económica. Un día más tarde, el Indec informó que la inflación de noviembre marcó 2,4%, la más baja desde julio de 2020. Milei podría terminar 2025 con una inflación cercana al 120%, un número muy por debajo del que estimaban los consultores privados. Ese es el principal reconocimiento que le hacen al Gobierno en las encuestas de opinión pública. Los precios ya no vuelan por las nubes.

Los problemas del Gobierno son otros y son unos cuantos. Van desde las dudas acerca de cuánto crecerá la actividad el año próximo para compensar la caída del actual y la suba de la pobreza hasta cuestiones cotidianas que asoman urgentes. Entre ellas, su debilidad parlamentaria, que en los últimos días pareció agudizarse. No solo porque la salida de Kueider le da más libertad de acción a Cristina y deja a Unión por la Patria con 34 senadores -a solo tres del quórum-, sino porque Mauricio Macri volvió al ruedo público para avisar que se siente sorprendido por el “destrato permanente” del partido gobernante. El ex presidente dio a entender que condicionará futuros apoyos. Esa distancia inquieta al establishment.

A esos ruidos, a Milei se le suma otro. El diputado del PRO que más respeta, Cristian Ritondo, acaba de quedar en el ojo de la tormenta por un trabajo periodístico de Emilia Delfino que reveló un entramado de sociedades offshore, departamentos en Estados Unidos, y complejas estructuras financieras que conducen a la abogada Romina Aldana Diago, su esposa. Los departamentos suman US$ 2,6 millones y el diputado no los declaró.

Las sospechas de corrupción no distinguen partidos. Cristina, que tiene una condena en dos instancias -fallos que la inhabilitan a ejercer cargos públicos, aunque podría ser candidata hasta que se expida la Corte Suprema- celebra que eso sea así. El Ejecutivo la ayuda. Ficha Limpia se cayó y, aunque el oficialismo hizo promesas, no hay fecha para la presentación de un proyecto similar.

La ex presidenta asumió formalmente como presidenta del PJ el miércoles. Hubo caras demasiado conocidas que no estuvieron. La de Alberto Fernández, por ejemplo. O la de Fernando Espinoza. Tampoco asistieron gobernadores que supieron ser fieles a la década K, como Gildo Insfrán. Al formoseño lo invitaron especialmente. Pero decidió dar la espalda. “Que vaya Mayans, que ya es un porteño”, dijo.

En el acto, Cristina volvió a castigar a Kicillof. El gobernador bonaerense no tiene respiro en el frente interno y ese acoso ha comenzado a contaminar su gestión. No le alcanza con hamacarse para que las balas no lo salpiquen. Peor: algunas le entran directo. Su ministro de Transporte, Jorge D’Onofrio, fue imputado esta semana por lavado de activos. Kicillof pensó en echarlo, pero no se animó porque D’Onofrio viene del Frente Renovador de Massa. Los tiempos para Kicillof se acortan. El juez federal de Campana, Adrián González Charvay, ordenó levantar el secreto bancario, fiscal y bursátil del funcionario. Podría haber novedades pronto.

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