Jorge Mario Bergoglio, desde 2013 popularizado “papa Francisco”, murió este lunes a las 7.35 (hora italiana) en su residencia de la Casa Santa Marta. Así lo anunció cardenal Kevin Joseph Farrel a través de un video: “Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7.35 horas de hoy, el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados”. Por propia decisión de Bergoglio, sus restos serán inhumados en la Basílica de Santa María la Mayor, una iglesia construida en el siglo V en pleno corazón de Roma. Allí ya están enterrados otros siete papas.
Sus posicionamientos políticos y doctrinarios intentaron salvaguardar al Vaticano y a la propia Iglesia católica de la profunda crisis y decadencia originada en los escándalos de corrupción financiera y las miles de denuncias de abusos y pedofilia contra sacerdotes en todo el mundo. Esas fueron la causa de un desprestigio acelerado de la Iglesia que, junto con su cerrada negativa a abordar problemáticas seculares de la vida contemporánea, la llevaron a perder fieles a nivel internacional, incluso llegando a la situación inédita de tener que cerrar templos, por la falta de asistencia para sostenerlos. Ese fue el verdadero motivo de la renuncia de su antecesor, el papa Ratzinger, que profundizó esta crisis, en vez de hacerle frente y le abrió el paso a que Bergoglio se transformara en Francisco.
Respetamos el momento de dolor que atraviesan hoy amplios sectores de la clase trabajadora y el pueblo pobre que profesan una fe religiosa que no compartimos.
Como marxistas, materialistas y ateos, enfrentamos política e ideológicamente, a diario, toda religión y misticismo propagados por las instituciones eclesiásticas, porque todo mensaje sobre la «salvación celestial» y las bienaventuranzas del más allá, no es más que una forma cruel de pacificar y consolar a las víctimas de las hambrunas, las guerras, los crímenes sociales que nos reserva el capitalismo, para hacer más soportable y evitar los levantamientos contra este orden de opresión y explotación inauditos.
Hoy, habrá figuras políticas y referentes sociales que lo recuerden por haber llamado a perdonar a las mujeres que abortaron, por haber rezado frente a un pesebre con la imagen de un niño Jesus envuelto en un pañuelo palestino, por haber criticado la acumulación exorbitante de riquezas de los megamultimillonarios, por haber bajado los decibeles a los históricos discursos de odio de la Iglesia contra los homosexuales. Cuestiones impensables para quien lo precedió en el ejercicio del papado, sin duda. Pero eso no borra, para millones de activistas, víctimas y personas afectadas, la ambivalencia de un personaje histórico que, antes de asumir la tarea de rescatar a la Iglesia de su profunda crisis, tuvo que declarar en el juicio contra la dictadura militar conocido como «causa ESMA», donde fue interrogado, entre otras cosas, por el robo de bebés de las detenidas-desaparecidas, encabezó furibundas campañas contra el matrimonio igualitario y el derecho al aborto en Argentina durante su arzobispado e hizo declaraciones transfóbicas desde el sillón de Roma. Cargo máximo, desde donde nunca condenó con firmeza la complicidad de la jerarquía eclesiástica argentina con la dictadura genocida, que hasta la actualidad alberga en su seno a obispos y sacerdotes condenados por crímenes aberrantes que no fueron siquiera excomulgados, como es el caso de von Wernick y otros.
Más allá de estas «dos caras» que unos y otros se encargarán de resaltar en su favor o en su contra, sostenemos que la orientación «reformista» que le imprimió Bergoglio a su papado, no alteró profundamente el verdadero carácter de la Iglesia como institución del orden social, al servicio de los opresores.
Todo lo que sin duda, encontrará mejores momentos, para el análisis, el debate y la justa valoración histórica.