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Ángel Rossi: bajó la inflación, pero subió la pobreza

“Me preocupa la paz mundial”, dice Ángel Rossi ante la pregunta de qué es lo que más le inquieta en este momento. Un par de minutos después de hablar del sinsentido de la guerra, enfoca su respuesta en la realidad del país. Y, fiel a su estilo, con tono pausado, tranquilo y marcadamente cordobés, asegura: “Yo no soy técnico, pero sí le creo a mi gente. Me lo dicen en los comedores, en los barrios, en las parroquias. Lo que vemos es más hambre, más necesidad y más dolor: puede que la inflación haya bajado, pero la pobreza no. La pobreza subió”.

Rossi es la cara visible de una Iglesia que, en los últimos años, en coincidencia con su arribo al Arzobispado reemplazando a Carlos Ñañez en 2021, fue adoptando, lentamente pero sin pausa, un rol más protagónico desde lo discursivo pero también en la práctica, como por caso reunir a la dirigencia política de Córdoba en el inicio de las campañas electorales. Los encuentros son un éxito de convocatoria: nadie esquiva la invitación de Rossi, al que no se lo puede encasillar políticamente. “Rossi es como Francisco. Está siempre entre la gente, ayudando”, dicen los que lo conocen.

Su agenda interpela. ¿Cree que incomoda? “No sé si incomoda, no es la idea. Yo me siento incómodo cuando interpelan a la Iglesia, y me parece bien, así debe ser. Pero acá no hay cuestiones políticas. La idea es ayudar, no incomodar”, le dice a Perfil Córdoba.

No es casualidad que Rossi, nombrado cardenal por el papa Francisco en junio de 2023, haya alzado su voz para poner sobre el tapete temas sensibles como la pobreza, la inflación, el “cruel” recorte de los medicamentos a los jubilados por parte del gobierno nacional y la descomposición social que generan los juegos de azar en los jóvenes, entre otros temas de relevancia social.

Siguiendo la línea del inicio de la charla, si bien Rossi destaca que algunos indicadores macroeconómicos parecen estabilizarse, advirtió que eso no se traduce en una mejora real para los sectores populares. “Puede ser que dé una cierta serenidad psicológica, pero la realidad no cambió. Esta macroeconomía todavía no baja a toda la gente”, dijo en alusión a los efectos concretos en la vida cotidiana de la gente.

“Quiero aclarar que esto no es novedoso. No es que este gobierno y en estos tiempos se inventó esta pobreza. Venimos de décadas. Pero lo que sí está claro es que (la situación) no se ha suavizado, diría que en algunos ámbitos se han agudizado las necesidades”, insiste el arzobispo. “A veces uno escucha declaraciones que no coinciden con lo que vivimos todos los días. Hay una especie de irrealidad. ¿De qué país están hablando?”, se preguntó. La referencia, ineludible, es hacia el gobierno de Javier Milei.

El dilema de los abuelos

El cardenal no dudó en hablar de los sectores más golpeados por el ajuste: los jubilados. “Hoy en día, un abuelo tiene que optar entre comer o medicarse. Eso habla de una sociedad decadente”, sentenció. También mostró su preocupación por los jóvenes: “Los chicos están apostando desde el celular, se endeudan, se desesperan. Inclusive, esto hay que decirlo porque es grave: hay casos de suicidio vinculados a esto”, alertó.

En ese sentido, cuestionó las medidas gubernamentales que recortan programas sociales o desfinancian comedores: “Metimos a todos en la misma bolsa. Hay mujeres heroicas en nuestros barrios que sostienen ollas con lo poco que tienen. Y ahora resulta que todas son ladronas”, dijo en referencia a las acusaciones contra organizaciones sociales.

Si bien Rossi pondera el compromiso de muchas figuras del ámbito eclesiástico, reconoció que la Iglesia como institución también tiene desafíos pendientes. “Necesitamos mayor compromiso. Nos falta meter más los pies en el barro”, admitió. Y añadió: “La gente necesita sentirse acompañada. Tal vez no podamos solucionar todos los problemas, pero sí hacer que no se sientan solos”. En ese sentido, elogió la solidaridad espontánea del pueblo: “Muchas veces los más sencillos son los que tienen más sensibilidad. Gracias a Dios, todavía hay vecinos que se cuidan entre sí”.

“Hay temas que no se pueden gambetear”

Consultado por el rol de la clase política, el arzobispo fue claro: “Hay de todo. Algunos se comprometen de verdad y otros especulan. Pero lo cierto es que hay temas que no se pueden gambetear: el hambre, el trabajo, los medicamentos para los abuelos”.

En esa línea, insistió en que estas problemáticas trascienden lo político o ideológico: “Cuando se descuida a los niños y a los viejos, cuando la política ya no se hace cargo de lo humano, eso indica que estamos en presencia de una decadencia social. Nos estamos deshumanizando. Y eso no es ni religioso ni político: es humano”.

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