Ante cientos de jueces, fiscales y funcionarios del poder judicial que interrumpieron sus corrillos y suavizaron el entrechocar de los cubiertos para escucharlo con atención, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, advirtió que los magistrados «tenemos que tener sensibilidad pero no demagogia» porque «no podemos buscar la aceptación de la mayoría», y que «tenemos que guiarnos en la Constitución y las leyes, y eso puede ser antipático para la mayoría de la población».
El ministro pronunció su discurso en la cena anual de la Asociación de Magistrados, en la que hubo emotivos homenajes al inminente jubilado decano de la Corte Juan Carlos Maqueda, quien en su breve alocución volvió a repetir que «los poderes judiciales y legislativos están en un momento de retroceso y cediendo espacios de independencia y parcialidad». Con una clara referencia a la Argentina, el magistrado enumeró algunos «nubarrones» sobre la institucionalidad de las democracias, que minutos después el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona desmintió en nuestro país.
Luego de un nutrido cóctel de bienvenida en el salón principal de La Rural, y con todos sentados a la mesa, el presidente de la Asociación, Andrés Basso, repasó los logros de su primer año de gestión «sindical» en nombre de los intereses de los jueces, y llamó a «profundizar y defender la independencia del poder judicial y los ministerios públicos».
«Se ha instalado mediáticamente que los jueces resolvemos alejados de la realidad. Pero de eso se trata la independencia del poder judicial, que es contramayoritario por definición«. Basso se mostró preocupado por la reciente reforma judicial sancionada en México -«que penosamente se busca replicar en otros países de la región»- donde los jueces serán votados por la población, tal como quería implementar Cristina Kirchner con su proyecto de «democratización de la justicia» del 2012.
«La institucionalidad se construye día a día», reflexionó Basso. «Debemos tener claro que la ética de nuestro comportamiento es un elemento esencial para que nuestras decisiones sean respetadas«, cerró.
Entre la primera ola de aplausos de la noche, el anfitrión convocó a su vicepresidenta primera, María Elena López, para entregarle juntos una placa conmemorativa por su trayectoria al homenajeado de la noche, Juan Carlos Maqueda, a una semana de su jubilación como decano del la Corte Suprema de Justicia.
Emocionado y agradecido, Maqueda celebró «más de 50 años de vida pública, muy reconfortado por haber vivido desafíos y vicisitudes.»
Sin romper con la magia del clima que comenzaba a gestare en su honor, el ministro de máximo tribunal cambió el tono de sus palabras para advertir que «los poderes judiciales y legislativos están en un momento de retroceso y cediendo espacios de independencia y parcialidad».
Como había hecho días atrás, el magistrado mentó al flamante premio Nobel de Economía Daron Acemoglu, quien explica el fracaso de las naciones por la debilidad de sus instituciones: «Yo soy un defensor de la división de poderes. Y vemos un retroceso de los poderes judiciales».
Maqueda hizo un mero repaso de países «en los que el poder judicial está subordinado al ejecutivo: mencionó a la Hungría de Viktor Orban -«y en Europa se está naturalizado esto», repasó-, China, Rusia «y también en nuestra América Latina, y no solo en Nicaragua o Venezuela, sino también en México. En Estados Unidos también hay un retroceso muy marcado del Poder Judicial», se lamentó.
«Qué sería de la democracia si nosotros empezamos a ceder en los controles. Hemos sido elegido para ponerle límites al poder«, subrayó con voz suave y su dejo cordobés. «Son nubarrones que tenemos delante nuestro, que tienen que servirnos para tomar conciencia. A nuestra democracia que tanto nos costó mantener hay que cuidarla también poniéndole límites a los que quieren extralimitarse desde los poderes ejecutivos.» Clarísimo.
Pero tal vez no suficiente para el siguiente orador, Mariano Cúneo Libarona. «Nunca se respetó como este año la independencia judicial. Ahí no están los nubarrones de los que habló el doctor Maqueda», se desentendió el ministro de Justicia, antes de enumerar lo que considera logros de su primer año de gestión .
«Hoy tenemos la mitad del país bajo el sistema acusatorio. Y está funcionando. En Río Gallegos se batió el récord, con una sentencia dictada en 24 horas. Avanza el juicio por jurados, trabajamos en un código penal más justo, impulsamos el juicio en ausencia que será fundamental para esclarecer el caso AMIA, y evitamos caer en la lista gris del GAFI como malos combatientes contra el lavado de dinero», repasó Cúneo.
A pocos metros, en la mesa principal lo escuchaban tres de los cuatro ministros de la Corte -Ricardo Lorenzetti fue la ausencia más rutilante-, el procurador Eduardo Casal, y las autoridades de la Asociación de Magistrados. Unos pasos más allá departían los miembros del Consejo de la Magistratura, los camaristas de Casación Mariano Borinsky, Diego Barroetaveña y Daniel Petrone, el camarista federal Mariano Llorens, el juez federal Sebastián Casanello y los fiscales de Comodoro Py Raúl Pleé, Carlos Rívolo y Carlos Stornelli.
Alrededor, esparcidos en sesenta mesas enmanteladas de blanco, los rodeaban la titular del Supremo Tribunal porteño, Inés Weinberg de Roca, el viceministro de Justicia Sebastián Amerio, el titular del Colegio Público de Abogados de la Ciudad, Ricardo Gil Lavedra y cientos de jueces, fiscales y funcionarios de todos los fueros judiciales.
Entre reencuentros y pedidos de la locutora del evento para que vuelvan a las mesas y tengan a bien no manejar si habían bebido demás -«no pude evitar decirlo», confesó- el alboroto cesó cuando Horacio Rosatti se acercó al atril.
«Debemos interpretar lo que los ciudadanos de a pie piensan de nosotros, qué podemos hacer para mejorar nuestra tarea cotidiana», comenzó. Y enseguida avisó que «estamos trabajando para que el peso de las tareas administrativas no reste tiempo a lo importante: analizar pruebas y dictar sentencias», y celebró que «el Consejo de la Magistratura está funcionando como nunca, y este año va a remitir 90 ternas para cubrir las vacantes que tanto necesitamos».
Rosatti dijo que el poder judicial nacional tiene «la misma estructura de los años 90, y el gasto se mantuvo desde esa época, pese a que la judicialización aumentó muchísimo estos años», y por eso pidió que las cámaras hagan plenarios para unificar criterios y evitar «la reiteración de procesos cuyo resultado ya conocemos»
Con el auditorio en un puño, y sin leer, el titular de la Corte entró en la zona de definiciones de fondo. «Hay que explicar lo que significan las garantías, por qué algunas causas prescriben, por qué los acusados pueden mentir. Son situaciones que desafían el sentido común. Hay que explicarlas, con un lenguaje llano y sencillo. Tenemos que escribir para que la comunidad nos comprenda.»
Pero entonces diferenció esa deseada sensibilidad de la peligrosa demagogia, reiteró que «no podemos buscar la aceptación de la mayoría» y que «tenemos que guiarnos en la Constitución y las leyes, y eso puede ser antipático para la mayoría de la población. Nuestra única referencia no tiene que ser una encuesta sino la Constitución«.
En el tramo más vibrante de su discurso, Rosatti se refirió a su compañero de trabajo en la Corte: «Con la partida de Juan Carlos el país va a perder a un gran juez, un hombre de Estado, comprometido, un juez que tiene el plus de su experiencia anterior, además de ser una gran persona y un caballero en todo sentido», se emocionó.
«Con él fuimos compañeros en la reforma constituyente de 1994, y vimos cómo a pocos metros hablaban Raúl Alfonsín y Aldo Rico. Y ambos se escuchaban con atención. Porque pusieron lo importante por delante de sus intereses o simpatías personales», deslizó Rosatti, antes de reivindicar que «desarrollo es respeto a la libertad de expresión, a la división de poderes y a la independencia judicial».
Luego del brownie con helado, y cuando algunos ya se levantaban porque se hacía la una de la mañana, el otro ministro de la Corte presente tomó la palabra para hacer el brindis.
«Mis brindis siempre fueron abstractos. Pero hoy quiero conectar virtudes judiciales con un individuo que las corporizó: Juan Carlos Maqueda», comenzó Carlos Rosenkrantz, que sorprendió con una confesión: «tenemos muchísimas diferencias, que en algún momento llevaron a que no nos saludemos».
Pero esos resquemores quedaron atrás. Roseknkrantz se refirió a «la colegialidad que nos impone deberes, como la amistad y la familia. Buenos colegas son aquellos que saben restringirse, que no hacen ciertas cosas para dificultar la empresa común, y que hacen las cosas necesarias para lograrla.»
En el momento más sensible de su elogio, el ministro dijo que «nunca las convicciones morales y políticas de Juan Carlos nublaron sus decisiones. Es una persona íntegra. Lo he escuchado decir ‘no todas las cosas que me disgustan son ilegales‘, y eso es admirable».
Luego de chocar las copas, siguieron las abrazos y las promesas de futuros encuentros y reencuentros que quizás no ocurran. Afuera, el adherente calor de Buenos Aires templaba la noche y comenzaba una gentil pelea por los taxis que se agolpaban sobre la entrada de la avenida Sarmiento.