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El año de la Clásica: una temporada corta, con más reposiciones que estrenos y algunas gratas sorpresas

El balance, cualquiera que sea, examina el equilibrio entre lo esperado y lo recibido. La ponderación queda así subordinada a la expectativa. El hecho de que una expectativa sea defraudada resulta a veces favorable; podría pasar que no reciba lo esperado, pero que lo recibido sea algo que no se sabía esperado hasta que se lo recibe. ¿Y qué se esperaba por ejemplo en febrero, cuando se anunció la temporada 2024 del Teatro Colón? Muy poco, realmente. Recordemos que de los siete títulos líricos presentados, cuatro eran reposiciones. El ajuste imponía sus restricciones. Con el correr del año, hubo sin embargo algunas sorpresas.

De esos títulos, terminaron teniendo un relieve singular Turandot, de Puccini (programada para conmemorar el centenario de la muerte del compositor) por el desempeño de la directora italiana Beatrice Venezi; Aurora, de Héctor Panizza, por la puesta de Betty Gambartes, la tarea formidable de Daniel Tabernig en el papel principal y el fervor patriótico que hubo en la sala. Fue redonda, por su lado, la versión que se ofreció de Un ballo in maschera, de Verdi, con dirección escénica de Rita Cosentino. Luego, sucedió el escándalo comedido de Calixto Bieito y de su Carmen de Bizet.

Yuja Wang, el lunes 11 de marzo en el Teatro ColónArnaldo Colombaroli

Se extrañó a Martha Argerich que, sin mayores explicaciones, comentó en un video de treinta segundos cuánto “sentía y lamentaba” no actuar este año. La anunciada reprogramación de su festival no ocurrió. Pero pudo escucharse en cambio a dos pianistas fuera de serie, cada uno a su modo. En marzo, la china Yuja Wang volvió a tocar en Buenos Aires (había actuado en 2018, invitada entonces por el Mozarteum Argentino) en programa que empezó con Bach (la Obertura en estilo francés BWV 831) y concluyó con una versión formidable de las cuatro baladas de Chopin. Y en julio tocó el ruso Daniil Trifonov; el suyo -con una programa que incluyó Mozart, Rachmaninov, Rameau y la Sonata “Hammerklavier” de Beethoven- habrá sido muy probablemente el punto más alto del año, aunque es cierto que no es sencillo comparar un monólogo pianístico con, por ejemplo, El Mesías de Händel, en la versión que ofreció para el Mozarteum Hans-Christoph Rademann con la Academia Bach de Stuttgart.

Pieter Wispelwey y Paolo GiacomettiLiliana Morsia – Mozarteum Argentino.

En el caso del Mozarteum, no pueden tampoco pasarse por alto las actuaciones de los pianistas Stefan Stroissnig y Alexandra Dovgan (que hizo su debut en Buenos Aires), del dúo del cellista Peter Wispelwey y el pianista Paolo Giacometti, además del regreso, ya una costumbre, de la mezzo Joyce DiDonato.

Por el lado de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la temporada fue consistente y se guardó lo mejor para el final: el concierto monográfico dedicado a Béla Bartók que dirigió Tito Ceccherini con Boris Giltburg como solista en el Tercer concierto para piano. En otro orden, fue una expectativa defraudada la cancelación de los Gurrelieder de Arnold Schönberg (por los 150 años de su nacimiento) con Alejo Pérez al frente de la Estable, pieza que terminó reemplazándose por la Sinfonía n° 8, de Mahler.

Sería injusto, por lo parcial, restringir el año musical a ese foco de irradiación que es el Teatro Colón, aunque es a la vez imposible seguir la huella de cada centro cultural y de cada sala de la ciudad. No menos injusto sería una revisión de 2024 que omitiera el recuerdo de Maurizio Pollini, muerto en marzo. Pollini fue un maestro del piano y fue además un maestro de la rigurosidad, una rigurosidad cuyos atributos bien podrían proyectarse como vara de medición de una temporada: honestidad, respeto al repertorio, sobriedad (en el sentido más elevado) interpretativa y esa curiosidad generosa que tiene como correlato un repertorio que se tensa entre la música antigua y la que llamamos contemporánea, y que sin forzamientos confía en la iluminación mutua de los tiempos. No es una expectativa desdeñable.

Elegidos por Pablo Kohan, Cecilia Scalisi y Pablo Gianera

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